

Por qué nos gustan las películas de miedo
Por: Daniel Amorena
2 Ago, 2023
Para los fanáticos del cine de terror no hay incógnita más grande que la de por qué disfrutan viendo filmes que, en principio, deberían horrorizarlos. Vamos, es que el miedo es una emoción desagradable en cualquier contexto, pero en las salas de cine adquiere otro carácter. Pero, ¿por qué ocurre esto?
Bien, para empezar, expongamos qué es el miedo. Podemos definirlo como una emoción primaria que hace de sistema de alerta para anunciarnos una amenaza física o mental. Su función es protegernos, alistándonos para una respuesta de lucha o huida.
Ante el riesgo, la amígdala se estimula y envía un mensaje al sistema nervioso que lo alista para la acción: la noradrenalina comienza a liberarse, se acelera el ritmo cardiaco y la adrenalina llega hasta los tejidos de músculo; éstos se tensan y el cuerpo está listo para responder.
Pero la pregunta persiste, ¿por qué son placenteras las películas de terror? Tal vez la naturaleza de la amenaza nos ofrezca una pista. Éstas se presentan en una pantalla, en el contexto de una ficción. El sufrimiento, en estricto sentido, es del otro y no puede permearnos. Parece que esa es la clave para aficionarse a este género. Quienes no pueden hacer la tajante división entre filme y realidad, entre las amenazas que sufren los personajes y las propias reales, no pueden acercarse al cine de miedo. El miedo no se manifiesta a una distancia tranquilizadora.
Para quienes la división sí existe, las películas resultan placentera. Esto también se explica por las categorías de emociones y el equilibrio final al que tienden: existen emociones agradables que buscamos repetir acercándonos a los objetos que las disparan, y emociones desagradables que no queremos que se repitan y buscamos evadir. La cuestión es que existe un principio que las regula entre sí, y que apunta a un estadio final de neutralidad.
Si vemos a un familiar que vive en otro país, nos alegraremos. Pero cuando termine la visita, la sensación de tristeza nos invadirá por su partida. Al final, nos encontraremos en un estado neutro y más o menos sosegado.
Por el contrario, si encontramos a una persona armada, el temor nos invadirá hasta que logremos alejarnos. Entonces una sensación de alivio y de alegría nos estremecerá por encontrarnos a salvo. Al rato, terminaremos con una sensación neutra.
Algo así ocurre en las películas de terror. El miedo —que ya vimos que está bien distanciado del sujeto— se sucede por sensaciones de alivio al terminar las escenas críticas. Así todo el tiempo hasta que la película, finalmente, termina y podemos irnos a casa sin haber experimentado riesgo alguno real. El alivio y el consuelo al final nos tranquilizan. Una experiencia placentera.
Hay incluso quienes afirman que las cintas hacen de fenómeno catártico, ya sea proyectando sufrimientos propios en los personajes, ya sea liberando las tendencias más agresivas y salvajes al identificarnos con los siniestros monstruos y espectros. Pero ese es otro debate.
Estas son algunas de las razones que comienzan a explicar por qué una experiencia, en principio displacentera, como las películas de horror, termina por expresarse en sensaciones de placer para muchas personas.
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